Magnesio: el mineral olvidado que protege tu cerebro

La demencia es una de las principales causas de discapacidad y dependencia en adultos mayores, y aunque la edad es un factor no modificable, la ciencia confirma que el riesgo cognitivo sí puede modularse con intervenciones nutricionales, metabólicas y de estilo de vida.

Entre los factores emergentes, el magnesio ha ganado atención como un nutriente esencial para la salud cerebral, con efectos directos en inflamación, neurotransmisión y homeostasis neurológica.

El magnesio participa en más de 300 reacciones enzimáticas, regula la excitabilidad neuronal y modula la comunicación entre células nerviosas. Estudios recientes sugieren que niveles inadecuados pueden asociarse a disfunción cognitiva, alteraciones de conducta, trastornos del estado de ánimo y mayor vulnerabilidad al deterioro relacionado con la edad.

Magnesio y cerebro: ¿qué dice la evidencia?

Los electrolitos, incluido el magnesio, cumplen funciones críticas en la actividad eléctrica neuronal y en los mecanismos antioxidantes frente al estrés oxidativo. Deficiencias leves pueden alterar la plasticidad sináptica, la consolidación de la memoria y la eficiencia metabólica del cerebro.

Una alimentación baja en verduras de hoja verde, legumbres, frutos secos y cereales integrales puede aumentar el riesgo de déficit crónico.

Fuentes naturales de magnesio

  • Espinacas, acelgas

  • Nueces, almendras, semillas de calabaza

  • Porotos (negros, rojos), garbanzos, lentejas

  • Arroz integral, avena, panes integrales

  • Plátanos, palta, pasas

  • Salmón, sardinas

Los hombres requieren entre 400–420 mg/día, y las mujeres entre 310–320 mg/día. Si la dieta no cubre este rango, la suplementación evaluada por un nutricionista o médico puede ser clave.

Magnesio y envejecimiento cognitivo

Dado que el magnesio modula la inflamación, el estrés oxidativo y la función mitocondrial, optimizarlo puede actuar como un factor protector ante procesos neurodegenerativos tempranos.

El magnesio no es solo un mineral alimentario; es un regulador profundo de la biología cerebral. Incorporarlo adecuadamente puede ser una estrategia preventiva sólida dentro de un enfoque de longevidad cognitiva.

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